Mitos y verdades sobre la castración de perros y gatos

El tema de la castración de los animales de compañía o de afecto, las mal llamadas mascotas, resulta fundamental a la hora de entender la realidad social y familiar del mundo actual. Se trata del control ético de la población de perros y gatos, como único recurso para ello junto a la educación y la comunicación masiva al respecto.

En el mundo hay mayor número de animales de compañía, liderados por el perro, que los que el ser humano es capaz de atender económica y afectivamente.

Hay una tendencia muy marcada a desentenderse del concepto de que los seres humanos somos los tutores responsables de ellos y que lo que hagan nuestros animales de compañía pesará siempre sobre nuestras espaldas sin lugar a dudas.

Mucha gente no castra a sus animales, aduciendo argumentos como: “Pobrecitos, mejor que tenga una cría…”; o porque considera que hacerlo es mutilarlos o porque engordan después o tal vez porque dejan de ser.

A pesar de que todos y cada uno de esos argumentos son fácilmente refutables, la realidad es diferente y no se castra lo necesario. De esa manera se incrementa el triste espectáculo de la peor forma de maltrato: el abandono.

Los cachorros que llegan al mundo, no siendo deseados y pensados, completan el círculo vicioso de esa pretendida libertad que termina rozando el trato desconsiderado y les asegura casi siempre una vida infeliz.

La castración temprana en la hembra canina no solo evita que la perra engorde, si la cuidamos adecuadamente, sino que previene casi en un 100% los tumores mamarios. Entonces si la queremos tanto por qué no la castramos.

Un perro, por poco que le queramos dedicar y por mucho que compartamos con él todo lo nuestro, necesita de nuestros recursos para su atención primaria, su alimentación y sus necesidades básicas. Además, y sobre todo, necesita de nuestro tiempo.

Es un espectáculo habitual en muchos países, entre ellos el nuestro, encontrar una enorme cantidad de perros en situación de calle o sea perros semi domiciliados. ¿Están abandonados? No, nada más alejado de su realidad. En su mayoría, son las víctimas de la displicencia y la irresponsabilidad humana.

Es decir, son esos perros que salen a la mañana para regresar por la tarde y que toman, gracias a la irresponsabilidad de sus tutores, a un barrio o a un vecindario como su territorio.

Allí, sin la mirada cercana de su tutor, correrá feliz pero inconsciente de que su materia fecal podría ser la causa de trasmisión de enfermedades, de resbalones y de falta de higiene urbana.

Tampoco entenderá que cruzar una calle será tan peligroso para sí como para terceros. Poco comprenderá de los probables accidentes de tránsito que el abandono parcial por parte de su humano irresponsable ha generado. No sabrá de las peleas que tendrá que sostener por el territorio y la jerarquía a espaldas de su dueño irresponsable.

Si a ello le sumamos la acción de Cupido, que para los perros también existe en la forma del celo de las perras, dos veces por año, y que como los testículos y los ovarios acompañan a estos perros vagabundos a la fuerza aparecerán meses después cachorros indeseados que multiplicarán en forma exponencial los daños comunitarios que, sin comerla ni beberla y sin la más mínima responsabilidad por parte de los perros, ocurren.

Entonces, rompamos los mitos y seamos responsables:

-“La castración engorda”: falso

No lo hace si sostenemos la cantidad y calidad de comida necesaria para la edad y tipo de perro; y si mantenemos el nivel de ejercicio adecuado.

– “La castración hace que los animales sean menos guardianes”: falso

El instinto de guardia, la defensa del territorio, no está localizada en los testículos si no en las pautas genéticas de comportamiento.

– “Si yo tuve hijos mi perra también tienen que tenerlos. ¡Es injusto!”: falso

Somos responsables de la descendencia controlada de nuestros animales de compañía.

– “Castrarlos es mutilarlos. Hay que dejarlos como vienen al mundo”: falso

No debemos humanizar a nuestros perros.

Somos responsables de lo que pase con ellos y a través de ellos de nuestro entorno. La reproducción descontrolada es la causa de muchísimos problemas y situaciones de maltrato y se soluciona con el control ético a través de la castración y la educación.

*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.

 

Fuente: www.infobae.com

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