Espinacas de verano y tomates: protagonistas de días de calor

Desconocida para muchos, la espinaca de verano es la planta perfecta para huertas en suelo y en sectores donde otras verduras no resisten el calor y el sol directo en esta época. Qué cuidados necesitan los tomates para no sufrir las altas temperaturas.

La espinaca de verano o de Nueva Zelanda (Tetragonia tetragonioides) es originaria de Oceanía. Allí se la llama por su nombre maorí “Kokihi” o Espinaca de Cook, en honor al navegante inglés James Cook que en su primer viaje por la región recorrió y mapeó las costas neozelandesas. En ese momento, el escorbuto hacía estragos en las tripulaciones de alta mar y esta planta fue la solución para paliar los efectos de la enfermedad a bordo, cocida y conservada en vinagre. Sus semillas fueron llevadas por el botánico Joseph Banks al Real Jardín Botánico de Kew en Londres, lo cual facilitó su conocimiento y distribución.

Comestible y ornamental

Es una planta de porte rastrero. Sus hojas gruesas, carnosas y triangulares son de color verde brillante y están cubiertas en la cara y el envés por una vellocidad protectora. Las flores son amarillas y axilares ya que se desarrollan entre el tallo y las hojas. Si bien se la cultiva como una verdura, también puede tener una función ornamental como cubresuelos.

Sus tallos avanzan paralelos al suelo y cubren grandes superficies. Esta característica puede volverla invasora sino se la controla. Es una planta perfecta para tener en casas de vacaciones o de fin de semana ya que no requiere cuidados y al llegar siempre habrá hojas para cosechar.

¿Cómo cultivarla?

Es un cultivo sencillo y rústico. Se siembra en primavera directamente en el suelo, cuando no haya riesgo de heladas. Las semillas son de tamaño mediano, algo triangulares, con “cuernos” y una cubierta dura. Es conveniente ponerlas en remojo 24 horas previo a la siembra, lo cual ablandará la cubierta que las protege. Escarificarlas con un papel de lija es otra opción. La siembra se realiza a 3 cm de profundidad y a una distancia de 15 a 20 cm entre semillas. Germinan en aproximadamente dos semanas. Una vez instalada la planta, se resiembra espontáneamente. Prefiere suelo suelto, arenoso y con buen drenaje. Es halófita o sea que crece sin problemas en suelos salinos. Los riegos frecuentes aumentan el rendimiento y la carnosidad de las hojas. Esta planta, supera exitosamente períodos sin agua.

Cerca del mar

Es ideal para las huertas cercanas a la costa marítima. Si se cortan los extremos de los tallos, se estimularán las ramificaciones inferiores aumentando el número de hojas. No sufre en general de plagas ni enfermedades, pero las espinacas de verano debilitadas por estar en suelos muy compactados o arcillosos suelen ser atacadas por babosas y caracoles. La cosecha se realiza hoja por hoja, separándolas del tallo con la uña o una tijera. En verano y otoño, se consumen las hojas cocidas al vapor o hervidas como sustituto de la espinaca o la acelga.

Tomates escaldados por el sol

Las hojas protegen la piel de los frutos brindándoles sombra y circulación de aire. Podas excesivas y pérdidas de hojas por ataque de plagas o enfermedades dejan los tomates expuestos a los rayos del sol más tiempo del indicado. Cuando los frutos son inmaduros, estas zonas afectadas se ampollan y toman un color blanquecino. Más tarde se contraen tomando un aspecto seco y rugoso. Cuando el tomate madura, estos sectores quedan amarillentos y no viran al rojo o al color típico de la variedad. Posteriormente puede haber una invasión de hongos que provoca la podredumbre interna del fruto. Producidos en la huerta en casa, se pueden consumir sin inconvenientes, pero pierden valor comercial para los productores.

Agrietamiento o rajadura del tomate

Este tipo de grietas en la piel de los tomates es una fisiopatía que se produce por desequilibrios en el riego, en la disponibilidad de nutrientes o por amplitud térmica muy marcada. Cuando las condiciones ambientales son desfavorables, la planta y en consecuencia el fruto, dejan de crecer. Al revertirse estas condiciones, los tomates retoman el crecimiento, pero como consecuencia del aumento del tamaño, se produce el rajado en la epidermis. ¿El motivo? Durante el período adverso, la epidermis de los frutos se endureció y perdió elasticidad, lo que dificulta en el momento del crecimiento, la natural expansión.

Para evitar este tipo de agrietamiento es fundamental mantener el riego constante, evitando los períodos de aportes excesivos y los de déficit de agua. Un suelo con un buen balance de nutrientes y protegido con una cobertura natural evitará las pérdidas de agua por evaporación en el suelo, manteniendo una humedad constante y balanceada. En relación a los nutrientes, el boro tiene un efecto positivo frente al agrietamiento. La falta de calcio y potasio incrementa el riesgo de esta fisiopatía.

Fuente: tn.com.ar

Deja una respuesta