El 10 de diciembre de 1948 fue aprobada la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 50 años después, en 1997, esta efeméride marcaba la instauración del Día Internacional por los Derechos Animales- International Animal Rights Day.
Desde entonces, cada 10 de diciembre marca un día de reivindicación para que el respeto por los demás no se reduzca solo a los seres humanos, sino que incluya a todos los seres con la posibilidad de sufrir y disfrutar. Recibió el apoyo de organizaciones provenientes de países de todo el mundo: Reino Unido, Holanda, Francia, la República Checa, Alemania, Polonia, Chipre, Canadá, Estados Unidos, Méjico, Argentina, Brasil, India, Filipina. Así, esta fecha se convirtió en un referente a lo largo de todo el planeta.
Hasta ahora, las declaraciones en defensa de los animales (como la «aprobada» por la UNESCO o la ONU), no pasaron de ser más que proclamas de intenciones que no solo no jugaron ningún papel real, sino que ni siquiera incluyeron en su redacción un auténtico compromiso con la causa de los derechos de los animales, llegando a asentir a su explotación para la satisfacción de intereses.
Es necesaria una auténtica Declaración Universal de los Derechos Animales, con un contenido sustantivo y no reducido a una mera preocupación por su bienestar mientras se acepta la actividad que produce su sufrimiento psicofísico y su reducción a cosa.
Los argumentos:
- Los animales son utilizados en los más variados ámbitos, como objetos a nuestra disposición. Son vistos como meros medios para la satisfacción de nuestros intereses. Legalmente, son considerados simples “bienes muebles”, objetos de propiedad. En el ámbito económico, como simples recursos. A nivel moral, se mantiene que carecen de intereses que ameriten tenerse en cuenta.
- Sin embargo, los animales son seres con una completa capacidad de sufrir y disfrutar, teniendo por tanto intereses propios, que incluye el interés en sus propias vidas. El hecho de que posean o no determinadas capacidades intelectuales no es razón para no tener tales intereses en cuenta. Esto conlleva la necesidad de que los animales posean una protección que elimine progresivamente su uso como objetos de explotación. Con el sistema jurídico vigente solo hay cabida para una mera preocupación por el llamado bienestarismo legal. Necesitamos un movimiento claro, con un contenido sustantivo, real. De tal manera, cualquier práctica que los vulnere, desde su uso para el vestido o la obtención de productos cárnicos a su reclusión para el ocio humano resulta inaceptable.
- A la hora de poder experimentar padecimiento o placer, no tiene importancia si podemos hablar o solucionar problemas matemáticos (capacidad de la que, como en el caso de los animales no humanos, carece toda una serie de seres humanos, como los niños pequeños o aquellos con discapacidades mentales o psíquicas).
- Por todo lo dicho, el especismo, la idea de que los intereses de un animal pueden ser minusvalorados simplemente en función de su especie, resulta una actitud tan reprobable como cualquier otra discriminación arbitraria.
Fuente: tn.com.ar