Un estudio español sobre más de 400 participantes descubrió cuál despierta emociones más negativas. Las razones “ancestrales” del asco, cuándo el miedo se vuelve patológico y cómo librarse de esos insectos y de la fobia.
Hay unas 30 especies de arañas en el mundo cuyas mordeduras pueden matar seres humanos y unas 600 especies de serpientes venenosas, de la cuales la Organización Mundial de la Salud (OMS) define unas 200 “de importancia médica”. Sin embargo, ninguna de ellas produce más rechazo, miedo o repulsión que las cucarachas, incluso cuando su presencia no puede interpretarse como una amenaza directa para la vida.
Así lo comprobaron investigadores españoles en un experimento con más de 400 participantes, quienes registraron su reacción tras exponerse a distintas imágenes de animales.
“Nos llamó mucho la atención, no esperábamos que produjera una respuesta más negativa o desagradable que las serpientes y las arañas”, dice a Infobae Jorge Grimaldos Grimaldos, investigador del Laboratorio de Psicología y Tecnología (LabPsiTec) que depende de la Universidad Jaume I, en Castellón, y de la Universidad de Valencia, en España.
Para Grimaldos, el hallazgo sugiere que la fobia a las cucarachas está más extendida de lo que se supone y que no se relaciona necesariamente con el miedo. “La emoción de asco ante las cucarachas es tan intensa que facilita el desarrollo de una conducta fóbica ante un insecto que aparentemente no es peligroso, pero que tiene ese poder”, puntualizó.
Tradicionalmente, las serpientes y las arañas han sido los prototipos de animales cuyas imágenes se usan para provocar emociones desagradables en estudios específicos, por ejemplo, de neuroimágenes, explican Grimaldos y colegas del Departamento de Psicología Básica, Clínica y Psicobiología de la Universidad Jaume I (María Carmen Pastor, Juana Bretón-López y Soledad Quero) y de la Universidad de Salamanca (Almudena Duque).
El nuevo estudio, publicado en la revista Behavior Research Methods, buscaba validar si un conjunto de fotografías de cucarachas producía respuestas equivalentes, con el objeto de usar esa información en futuras investigaciones destinadas a comprender mejor los mecanismos involucrados en el origen y persistencia de esta fobia.
Para hacerlo, los investigadores convocaron a 424 participantes, estudiantes de la Universidad Jaume I de 18 a 59 años, y los expusieron en distintos grupos a fotos de cucarachas, serpientes, arañas, mariposas y gatitos, a las que tenían que calificar en una escala de “valencia emocional” de 0 a 7 según el nivel de desagrado o agrado que esas imágenes les produjeran. También tenían que puntuar la intensidad de la emoción.
Los hallazgos fueron sorprendentes. “Pensábamos que las cucarachas iban a ser una categoría negativa más… pero resultaron ser las más desagradables”, señala Grimaldos. La medalla de oro en el podio del espanto, aunque tal vez disputarían su lugar con las ratas: “Habría que comprobar es si efectivamente su valor emocional es más negativo que el de las cucarachas o no. Desde luego, es una cuestión interesante”, opina el psicólogo.
¿Impreso en el cerebro?
Algo que intriga a Grimaldos y otros investigadores es cómo un insecto que, a priori, podría considerarse inofensivo, es capaz de despertar tamaña aversión. Aunque no hay estadísticas confiables sobre la frecuencia de personas con fobias a las cucarachas, se sabe que es más habitual en zonas de clima cálido y húmedo, que es donde más prosperan, lo que apoyaría la idea de que el rechazo es cultural y no que está “impreso” en el cerebro. “Las fobias son mayores cuando el estímulo está presente”, subraya Grimaldos, quien está haciendo su doctorado en ese tema.
“La cucaracha siempre se ha asociado a la suciedad o a la enfermedad. Hay algo en ellas que, aunque sepas que no te puede morder, matar o producir ningún daño físico, provoca un asco muy intenso. Y eso tiene mucho que ver con la cultura, porque otros insectos anatómicamente muy similares, los escarabajos, no provocan esa reacción, los niños van por la playa y los agarran, aunque se los vea entre excrementos. En cambio, con las cucarachas, hay más bien una reacción cultural que se transmite por generaciones, de madres y padres a sus hijos: ‘¡Es una cucaracha asquerosa, no te acerques!, les gritan”, añade Grimaldos.
Para la mayoría de las personas, cruzarse con una cucaracha en la cocina o la habitación produce un sobresalto pasajero que termina con un zapatazo, un escobazo o un baño de insecticida. Pero, para otras, es un estremecimiento perenne que angustia y perturba. “Para mí, la cucaracha no es un insecto: es la puerta de entrada a una larga lista de experiencias traumáticas”, resumió la periodista y escritora Rachel Nuwer para la BBC. Figuras de Hollywood como Scarlett Johansson y Cameron Díaz también admitieron su terror irracional a las cucarachas.
La gente que no tiene ese miedo no llega a entender cómo un animal tan insignificante puede provocar un nivel de malestar tan alto como para necesitar asistencia profesional, apunta Grimaldos, cuya pareja tiene esa fobia y conoce la situación de primera mano, además de los testimonios que recoge de los pacientes que trata.
“Esas personas lo sufren mucho. En verano, que es cuando más hay, a partir de las 10 de la noche no salen a la calle; no pueden ponerse chanclas (ojotas), tienen que ir siempre con un calzado cerrado; cuando salen de sus casas, tienen que sellar con cinta todas las ventanas y todos los orificios del baño, y cada vez que entran tienen que revisar todos ambientes para comprobar que no haya ninguna. Y como se encuentren con alguna, la reacción es tan intensa que pueden llegar a llorar, temblar, dejar de hacer lo que hacían y pasar varios días recordando ese momento. Es una interferencia muy grande con la vida”, describe.
El psiquiatra Enzo Cascardo, presidente de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad (AATA), dice que el miedo fóbico no nace de un trauma puntual. “Sin duda estamos atravesados por patrones de crianza, pero también hay una vulnerabilidad que es genética”, argumenta a Infobae.
“De las fobias específicas a insectos, la de las cucarachas es la más común. El solo hecho de anticipar la situación pone a los pacientes en un miedo muy intenso y en conductas evitativas. Hace un par de semanas tratamos a una joven que había encontrado una cucaracha en un departamento que había comprado y ya no quería vivir más ahí, había resuelto que la única solución que tenía era mudarse”, describe Cascardo, quien también dirige el Centro de Investigaciones Médicas en Ansiedad (CentroIMA).
Las conductas evitativas pueden llegar a ser muy marcadas. Si alguna vez se cruzan con una cucaracha en un hotel o restaurante, no solo evitarán esos establecimientos particulares, sino que ya no querrán comer o dormir afuera en ningún otro lugar. “Solapadamente van a poner excusas para no ir, pero en el origen está la fobia”, subraya Cascardo. “Es una sensación paralizante”.
Detrás de las paredes
El miedo a las cucarachas se aviva por la intuición o convicción de que, por cada una que vemos, hay muchas otras invasoras que acechan escondidas. En la novela policial Cucarachas, de Jo Nesbø, el título no solo alude a los crujidos que el inspector Harry Hole oye durante las noches oscuras de su hotel de Bangkok, sino también a las múltiples tramas ocultas detrás de cada caso que sale a la luz.
En la última novela de Ian McEwan, La cucaracha (2020), una especie de reverso de La metamorfosis de Kafka, el insecto se convierte en humano y observa cómo una pequeña criatura, “sin dudas, el poseedor desplazado del cuerpo que ahora habitaba”, se desplaza por debajo de la puerta hacia un palacio cercano donde encontraría “detrás de los paneles o debajo de las tablas del piso, seguridad y consuelo entre millones de sus hermanos”.
“No conozco de estudios que hayan medido la población de cucarachas. Pero, ciertamente, en las ciudades hay muchas más que ratas y que habitantes humanos. Y si se las encuentra de día fuera de sus escondites habituales, es un fuerte indicio de que el lugar está más infestado que si solo son vistas de noche”, dice a Infobae el doctor en Biología Raúl Alzogaray, quien estudia desde hace 10 años su comportamiento y productos para controlarlas en el Centro de Investigaciones de Plagas e Insecticidas (CIPEIN), que pertenece a la Unidad de Investigación y Desarrollo Estratégico para la Defensa (UNIDEF) del Conicet y el Ministerio de Defensa.
Alzogaray explica que, de las 4.500 especies de cucarachas, hay unas 30 asociadas a seres humanos y tres que son famosas como plagas porque están en todas partes, incluyendo la Argentina. En el interior de los hogares, la más habitual es Blattella germánica, también conocida como “la rubia” o “la alemana”.
“Durante el día, suelen estar escondidas en todos los rincones: dentro de aparatos electrodomésticos o cajas de tomacorrientes, detrás de heladeras (donde aprovechan el calorcito de motor) o junto a cestos de basura. De noche tienen más actividad y van a buscar alimento, por eso es más común verlas al prender la luz”, señala Alzogaray, para quien la primera recomendación contra ellas es la higiene: no dejar restos de comida o platos sucios en la mesada, poner una malla metálica en las rejillas, evitar que los residuos queden expuestos. “Tienen un olfato espectacular y les gusta comer lo que nos gusta a nosotros”, advierte.
El entomólogo y divulgador científico sospecha que la reacción negativa a las cucarachas es una especie de “miedo ancestral, inconsciente”, que quizás no se relacione con una percepción de peligro. En la película Mimic, de 1997, dirigida por el ganador del Oscar Guillermo del Toro, una plaga de cucarachas enferma a los niños y obliga a combatirlas de una manera innovadora que resulta contraproducente.
En la realidad, Alzogaray explica que estos insectos son “transmisores mecánicos”, que transportan virus, bacterias y hongos en sus patas, aunque es difícil atribuirles de manera fehaciente un cuadro de diarreas u otra enfermedad. Muchos médicos también vinculan su exposición con el desarrollo del asma.
“Yo no les tengo fobia, pero la verdad es que tampoco me gusta que anden cerca (fuera del laboratorio). Es algo desagradable. Sé que pueden dispersar microbios y excrementos, así que me provocan cierta repulsión… pero por conocimiento”, dice Alzogaray.
Tratamiento efectivo
Cuando el temor o el asco a las cucarachas son más que sobresaltos ocasionales e interfieren con la calidad de vida, es necesario buscar tratamiento. El psiquiatra Cascardo señala que, como ocurre con todas las fobias específicas, el enfoque más efectivo es la terapia cognitivo-conductual, en la que los pacientes tienen una exposición muy gradual y controlada al insecto.
“Hay gente que no puede ni sentir la palabra cucaracha, y por eso empiezan por escribirla. Luego ven fotos, videos, una réplica de plástico, un ejemplar embalsamado… y al final de las sesiones, que pueden ser diez, se les muestra una cucaracha viva en un frasco. Es una terapia de exposición con muy buenos resultados”, asegura Cascardo. En casos severos, se puede acompañar de algunos medicamentos.
El objetivo del tratamiento no es que la persona se enamore de las cucarachas y las adopte como mascotas, sino que pueda habituarse al temor y naturalizarlo como algo que comparte con el resto de la gente, añade el especialista.
“Aunque la persona haya conseguido el éxito terapéutico, el animal no deja de producir asco. ¡La cucaracha en sí es un animal asqueroso! Pero el objetivo es poder interactuar con ella con un nivel de ansiedad normal y no salir corriendo, temblando o llorando”, destaca Grimaldos, quien junto a su equipo de investigación está actualmente probando un tratamiento de realidad aumentada que proyecta imágenes de cucarachas en una mesa. “Como la gente sabe que es una imagen y no el insecto real, facilita que vengan a tratarse”, explica.
Cuando se trata de lidiar con criaturas que habitan el planeta desde antes que existieran los dinosaurios, lo mejor es el cambio interno. “Hay que diferenciar el miedo, que es normal, de la fobia. No pretendemos que los pacientes sean seres valientes que afronten todo, sino que naturalicen sus temores y dejen de ver afectada su calidad de vida”, concluye Cascardo.
Fuente: www.infobae.com