Avanza el otoño y es el momento de cosechar estos ingredientes estrella de platos regionales y cotidianos de nuestra gastronomía.
Estos frutos guardan en su pulpa el sol del verano con el dulzor y la textura característicos. Bien almacenados se podrán disfrutar poco a poco en los meses más frescos.
Los gigantes de la huerta
De origen americano, los zapallos (Cucurbita maxima) alimentaron a gran parte de los pueblos originarios. La posibilidad de almacenarlos varios meses, su sabor agradable y su gran aporte nutritivo hizo de ellos uno de los pilares de la dieta prehispánica.
En nuestro país se los llama zapallos, del quechua sapallu, pero a los ‘Anquito’ (Cucurbita moschata), calabazas o calabacitas.
Poseen una gran raíz pivotante que penetra a gran profundidad. El tallo es postrado y/o trepador con un crecimiento muy vigoroso. Las hojas son grandes y en general pubescentes. Las plantas son monoicas, con flores amarillas y grandes tanto las femeninas como las masculinas que se abren al amanecer. Los frutos pesan en general de 2 a 8 Kg. Su gruesa cáscara, aislante y dura los preserva por meses. Las variedades más cultivadas en nuestro país son: ‘Frontera INTA’, ‘Cuyano INTA’, ‘Plomo’, ‘Marino de Mendoza’, ‘Ingles’, ‘Anquito’, ‘Angola’, ‘Anquito Cokena’.
Su cultivo
A mediados de primavera, ya sin riesgo de heladas, se siembran en hoyos de 2 cm de profundidad. Se colocan de 3 a 5 semillas en cada uno, se cubren con tierra y se riegan. La distancia entre hoyos es de 1 a 1,5 m. Cuando emergen las plantitas, se eligen las dos más saludables. Es posible adelantar el cultivo y evitar el riesgo de heladas tardías si se siembran en macetas plásticas y luego, cuando los plantines tienen 2 hojas verdaderas se trasplantan en el suelo, en el lugar definitivo.
Elegir un sector muy soleado de la huerta, con suelo profundo y rico en materia orgánica. Los riegos deben ser continuos y moderados. Cuatro plantas son suficientes para una producción familiar.
Más opciones
Los zapallos son ideales para cultivar en los bordes de la huerta, junto al cerco vivo e inclusive sobre la pila de compost estival a la cual cubrirán y refrescarán con sus grandes hojas. No es un cultivo indicado para macetas. La vaquita de los melones suele causar mucho daño en las hojas, debilitando a las plantas.
Se cosecha cuando el fruto ha alcanzado la coloración típica de la variedad y el cabo que une el fruto a la planta está seco. Se conservan en perfecto estado por varios meses, pero luego comienzan a deshidratarse internamente. Son muy ricos en antioxidantes, fibra e hidratos de carbono. Entre sus minerales destacan el magnesio y el cinc. Además, contienen vitaminas A y C, cumarina y licopenos.
“Dar calabazas”
En la Antigua Grecia, se creía que comer calabazas apagaba el fuego de la pasión y la lujuria. En la Edad Media, la iglesia recomendaba utilizar sus semillas durante los rezos para alejar los pensamientos lascivos e impuros.
En tiempos de Cervantes, la expresión “dar calabazas” alcanzó el significado actual de “desairar”, “rechazar” o de “no conceder a alguien lo que pide” específicamente en términos románticos.
Antiguamente, en zonas rurales de Cataluña (España), si el pretendiente era bien recibido se le ofrecía fuego para encender su cigarro, pero si la familia no lo aceptaba, se le servía un plato de calabaza y debía marcharse. En Salamanca, ciudad famosa por su Universidad, esta misma expresión se relacionaba con el rendimiento estudiantil. Al costado de la antigua Universidad existen aún dos puertas, una por la que salían los alumnos que aprobaban los exámenes y eran llevados en andas y vitoreados y otra más pequeña por la salían los que reprobaban. A estos, se les “daba calabazas” literalmente, arrojándoselas a modo de castigo.
“Pipas” de calabaza
Las semillas le garantizan a la planta una futura generación y a quien las consume, valiosos nutrientes y un sabor original. Como otras semillas oleaginosas contienen abundantes grasas, un 45%, pero en su mayoría, son grasas saludables. Una ración de 30 g aporta el 45 % de magnesio y fósforo que se necesita en un día, el 25% del hierro, el 15% del cinc y el 14% de vitamina E. Son un snack ideal para los chicos. La presencia de triptófano tiene un efecto relajante e inductor del sueño.
Retirar las semillas del interior de la calabaza. Lavarlas para eliminar las fibras adheridas y escurrirlas sobre papel de cocina. Si se prefieren más crujientes, dejarlas durante 8 horas en agua con sal. El próximo paso es tostarlas en el horno sobre una bandeja con papel manteca y aderezadas con hierbas secas.
Se hornean a 180ºC hasta que estén bien doradas. Es conveniente removerlas cada 5 minutos para evitar que se quemen.
Fuente: tn.com.ar