Todo tiene su historia, incluso los ruleros. Quizás no te lo habías preguntado antes, pero seguro ya sembramos la semilla de la intriga y ahora te estés preguntando de dónde salieron, quién los inventó y cómo se hicieron populares.
Antes de que aparecieran los ruleros como los conocemos hoy, las mujeres ondulaban su cabello con trapos. Se cortaba un lienzo en tiras más o menos anchas y se separaba el pelo en mechones. Luego, se colocaba el pelo húmedo en el medio y se envolvía. Los extremos que sobraban se ataban en moños, se tapaban con un pañuelo y se dormía así para que a la mañana siguiente el pelo amaneciese seco y con rulos.
Fue en 1905 que un señor llamado Charles Nessler inventó la primera máquina para hacer permanentes: una serie de barras de metal en las que se enrollaba el pelo y eran calentadas por corrientes eléctricas. Estas barras estaban recubiertas con un químico que hacían que los rulos duraran mucho más, pero así y todo era un tratamiento costoso y peligroso.
Pasaron varios años hasta que los ruleros como los conocemos hoy se hicieran su lugar. Cuando terminaron los locos años 20 y las mujeres volvieron a dejar crecer sus cabelleras, aparecieron los ruleros. Después de la guerra, las economías se estabilizaron, por lo que se podía gastar en elementos de belleza como maquillaje y tratamientos para el pelo.
En los años 30 nacieron los ruleros de goma espuma que, además, tenían unas pequeñas barreras de plástico para trabar el pelo. Funcionaban igual que los trapos pero se hacían muy incómodos para dormir, por lo que el look tan famoso del pañuelo en la calle se hizo muy popular.
Para 1940 ya existían los ruleros de plástico y en 1950 se introdujeron los de velcro. Al mismo tiempo, los de metal que se calentaban para apurar el proceso. El velcro funcionaba mejor, aunque aún era duro e incómodo de usar.
Con el tiempo, las rizadoras eléctricas se hicieron más populares y esto hizo que los ruleros quedaran algo relegados. Incluso, se dejaron de usar. Pero, actualmente, existen unos ruleros modernos que se calientan y no implican pasar toda la noche con ellos puestos en la cabeza. Aunque sí es cierto que las herramientas de calor evolucionaron tanto que abarcaron casi todo el mercado.
Este método tradicional se sigue usando cuando se quieren adquirir determinados looks y siguen vivos en algunas peluquerías de barrio y, por supuesto, en las cabezas de aquellas señoras que supieron llevarlos en sus años mozos. Porque, aunque los tiempos cambien, hay costumbres que se mantienen de por vida.
Fuente: www.allthingshair.com