El Día Internacional del Sarcoma es la ocasión para tomar conciencia sobre la necesidad de consultar ante algunas señales, ya que un diagnóstico precoz es esencial para un buen pronóstico.
El sarcoma es una forma del cáncer que abarca muchos subtipos y puede surgir en distintas partes del cuerpo tanto en los huesos como en tejidos blandos, también llamados conectivos. Se calcula que existen más de 70 tipos de sarcoma con una variedad de tratamiento según de cual se trate y qué sector del cuerpo afecte.
El sarcoma de partes blandas es considerado un cáncer raro, ya que “representa aproximadamente el 1% de todos los tumores malignos”, según un estudio realizado por la Universidad de Okayama, en Japón. Sin embargo, “aunque ocurren en varios grupos de edad, los sarcomas de tejidos blandos representan el 8% de todos los tumores malignos que se desarrollan en adolescentes y adultos jóvenes, lo que sugiere que no son raros en este grupo de edad”, aclararon los científicos de esa casa de estudios en enero pasado en un artículo en PubMed.
Según describen los expertos de la Clínica Mayo de EEUU, “el sarcoma de tejido blando se forma en los tejidos que conectan, sostienen y recubren otras estructuras del cuerpo. Comprenden los músculos, la grasa, los vasos sanguíneos, los nervios, los tendones y el revestimiento de las articulaciones”.
Entre los tipos de sarcoma se pueden mencionar el angiosarcoma, condrosarcoma, dermatofibrosarcoma protuberante, liomiosarcoma, liposarcoma, mixofibrosarcoma, osteosarcoma, rabdomiosarcoma, sarcoma de Ewing, sarcoma de Kaposi, sarcoma de tejido blando, sarcoma epitelioide, sarcoma pleomórfico indiferenciado, sarcoma sinovial, tumor del estroma gastrointestinal, tumor fibroso solitario, tumores desmoplásicos de células pequeñas y redondas, tumores malignos de la vaina de los nervios periféricos, entre otros.
Los síntomas más habituales incluyen la formación de protuberancias que se sienten a través de la piel que pueden causar dolor o no; dolor de huesos; la fractura inesperada de un hueso, como después de una lesión menor o sin ninguna lesión; el dolor abdominal, la pérdida de peso, entre otras.
Aunque sus causas no están claras para la mayoría de los tipos de sarcoma, “en general, el cáncer se forma cuando ocurren cambios (mutaciones) en el ADN dentro de las células. El ADN dentro de una célula proviene de un gran número de genes individuales, cada uno contiene un grupo de instrucciones que indica a la célula qué funciones realizar, y cómo crecer y dividirse. Las mutaciones pueden indicarles a las células que crezcan y se dividan de forma incontrolada, y que sigan viviendo cuando las células normales morirían. Si esto sucede, la acumulación de células anormales puede formar un tumor. Las células pueden desprenderse y propagarse (metastatizarse) a otras partes del cuerpo”.
Respecto de las razones por las que afecta a los jóvenes existen varias hipótesis científicas la más difundida de las cuales se refiere a que el osteosarcoma puede estar relacionado con el crecimiento rápido del hueso afectado, algo que ocurre de forma más drástica en la pubertad. Mientras, la línea de investigación del sarcoma de Ewing apunta a unas alteraciones en los cromosomas 11 y 22, anomalía que genera una proteína anormal.
Como para cualquier cáncer, el sarcoma necesita de un diagnóstico precoz para que los tratamientos tengan mayor posibilidad de éxito. En el caso del que afecta a los huesos la esperanza de vida aumentó de forma significativa en los últimos 30 años por el perfeccionamiento de la quimioterapia, según datos de la Asociación Española Contra el Cáncer.
A través del tratamiento multimodal, que incluye cirugía y quimioterapia, se estima que dos tercios de los pacientes que no presentan metástasis superan la enfermedad. Según la Sociedad Americana del Cáncer, la tasa de supervivencia es a los cinco años desde el inicio de la enfermedad, de un 77% para el condrosarcoma en los casos en que se encuentra localizado. Algo más alta es la del sarcoma de Ewing, que se sitúa en el 82%. Las cifras se reducen drásticamente si éste se propaga por otras partes del cuerpo. Para evitar esto es que es necesario consultar apenas se perciben los síntomas.
Entre los factores de riesgo que recopila la Clínica Mayo, se encuentran los síndromes heredados. Algunos síndromes que aumentan el riesgo de desarrollar cáncer se pueden transmitir de padres a hijos. Algunos ejemplos de síndromes que aumentan el riesgo de sarcoma incluyen el retinoblastoma familiar y la neurofibromatosis tipo 1.
También los tratamientos radiológicos contra el cáncer “aumentan el riesgo de desarrollar un sarcoma más adelante”. La inflamación crónica (linfedema) también puede derivar en sarcoma. El linfedema es una inflamación causada por una acumulación de líquido linfático que se produce cuando el sistema linfático está bloqueado o dañado. Aumenta el riesgo de padecer un tipo de sarcoma llamado angiosarcoma.
Luego se encuentra también como posible causa “ciertas sustancias químicas, como algunos productos químicos industriales y herbicidas, pueden aumentar el riesgo de sarcoma que afecta el hígado”, la exposición al “virus llamado herpesvirus humano 8 puede aumentar el riesgo de padecer un tipo de sarcoma llamado sarcoma de Kaposi en personas con sistemas inmunitarios debilitados”, puntualizó.
En cuanto a los tratamientos son múltiples y dependen de qué tipo de cáncer se trate, su ubicación, qué tan agresivas son las células y si existe metástasis. Lo habitual, según la Clínica Mayo, es la cirugía para extirpar el tumor, pero antes o después se pueden utilizar otros tratamientos.
Además de la cirugía se aplica radioterapia que utiliza haces de energía de alta potencia, como rayos X y protones, para destruir las células cancerosas; la quimioterapia, que es un tratamiento con medicamentos que tiene el mismo objetivo de eliminar las células malignas. También la llamada “terapia dirigida” que es un tratamiento farmacológico que “utiliza medicamentos que atacan vulnerabilidades específicas dentro de las células cancerosas”, precisó.
También, la inmunoterapia que “es un tratamiento con medicamentos que usa el sistema inmunitario del organismo para combatir el cáncer” y las terapias de albación. Estas “destruyen las células cancerosas aplicando electricidad para calentar las células, líquido muy frío para congelar las células u ondas de ultrasonido de alta frecuencia para dañar las células”, detalló el centro médico estadounidense.
Fuente: www.infobae.com