Es más común de lo que crees y aunque parezca mentira, es normal. ¿Cómo corregirlo?
Te levantás para recoger los platos de la mesa y tu perro te muerde los pies; estás viendo una película e intenta quitarte los zapatos; estás regando las plantas y sentís sus dientes jugando con la botamanga de tu pantalón. Si te pasó alguna de todas estas situación, no te preocupes, aunque no lo parezca, es normal.
Este comportamiento es muy propio de los cachorros pero también de las razas de carácter más inquieto. En realidad, se asocia a un proceso predatorio que los acompaña desde que nacen, lo que los lleva a olfatear, abalanzarse y mordisquear contra todo lo que se mueve a su alrededor.
Para ellos, los mordiscos son como un juego con el que pueden explorar y entrar en contacto con la realidad. Si bien este hábito suele desaparecer con el tiempo, hay algunos perros que lo continúan a lo largo de su vida, especialmente si no se la corrige, lo que podría convertirse en un trastorno de difícil solución e incluso peligroso.
¿Qué hacer?
En primer lugar, es importante comprender que no se trata de una conducta agresiva sino de un comportamiento instintivo y natural. Por eso, no lo podemos prohibir pero sí se debe redirigir, es decir en vez de que nos muerda los zapatos o las pantuflas, podemos darle un juguete para que lo haga y que entienda que podes jugar con él de otra manera. Una cuerda, un peluche, una botella de plástico pueden servir para que dirija esa necesidad de morder a un objeto y no a nuestros pies.
Uno de los reflejos que solemos tener ante esto es forcejear con el cachorro para que deje de mordernos, pero esto puede ser interpretado como un juego, como una presa que le opone resistencia, lo que le va a dar más ganas de continuar haciéndolo. Lo mismo sucede si intentás sacárselo de la boca.
No lo retes ni le hables, porque no va a entender por qué no puede jugar. Lo que sí podés hacer es quedarte quieto. Al no registrar movimiento ya no va a ser tan divertido y va a dejar de morderlo. Y tampoco le prestes atención.
En muchos casos, estos comportamientos pueden deberse a que necesitan canalizar su adrenalina. Ejercitarlo todos los días es una de las mejores técnicas. Con paseos diarios va a gastar energías y no va a tener ganas luego de morder porque va a estar cansado.
En cualquier caso, es importante ser firmes, constantes (hay que comprender que no va a cambiar de un día para otro), y tener paciencia.