El ritual de aseo comienza casi desde su nacimiento. La importancia de lamerse el cuerpo y las señales de alerta que emiten a través de ese acto.
Se suele decir con un criterio casi de verdad revelada que los gatos son animales extremadamente limpios. Si los observamos especialmente, veremos que pueden ocupar varias horas en el día pasando su lengua por el cuerpo en una actitud que mayormente atribuimos a su condición de limpieza.
Es algo propio de ellos, que hacen desde muy temprano en la vida, ya que son grandes expertos en acicalarse desde muy pequeños.
Cumplidas las seis semanas, saben lavarse solos por completo, igual que los adultos.
En ese ritual de aseo, se sigue un protocolo rígido que es igual para cada gato, viva donde viva y tenga la condición que fuera.
Siguen pasos específicos y un orden meticulosamente establecido: primero la cabeza, luego la espalda y al final la base de la cola.
En los animales de pelo largo, sobre todo, es menester cepillarlos, a pesar de que sean muy dedicados con su lengua, para garantizar la salud en su pelo y en su piel.
Por otra parte, el cepillado tiene un efecto relajante y mejora su circulación sanguínea.
La lengua de los gatos está cubierta de pequeñas espinas puntiagudas que cumplen un papel muy importante durante el aseo. En cada una de las papilas gustativas de la lengua hay una cavidad interna que junta la saliva y al lamerse el gato la distribuye en el pelaje. La lengua deposita casi la mitad de la saliva en el pelaje.
Esta verdadera mojadura, además del aseo y peinado que produce, sirve para regular la temperatura, ya que los gatos carecen de glándulas sudoríparas en el cuerpo y suplen de esa manera al sudor de otros animales, logrando que el calor específico del agua capture el calor refrescando al cuerpo.
El lamido funciona también como un ejercicio pasivo que ayuda a mejorar la circulación sanguínea y a esparcir el sebo en el pelaje.
Por otra parte, los gatos son muy amigos de exponerse al sol y con ello logran que las provitaminas A y E se transformen en vitaminas activas que serán ingeridas a través del lamido.
Un lamido compulsivo y en exceso debe prender una luz de alarma.
Si observamos a nuestro gato mordiendo, lamiendo o incluso arrancándose el pelo, podría deberse a niveles patológicos de estrés, ameritando la consulta veterinaria urgente.
Los gatos son muy dormilones, llegando a estar entre 14 y 16 horas al día durmiendo. Por eso, cuando están despiertos, deben pasar buena parte del tiempo lamiéndose para estar limpios, frescos, acicalados y con su cuota de vitaminas.
Cualquier disminución en la intensidad o frecuencia del lamido debe calificarse como un signo de alarma y habilita la consulta profesional.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
Fuente: www.infobae.com