En un mundo en el que los consumidores buscan cada vez más productos que sean naturales, hay un sector con fuerte tradición en la Argentina que tiene grandes oportunidades y también enormes desafíos: se trata de la miel, de la cual nuestro país es uno de los tres mayores exportadores mundiales y que, a la vez, enfrenta la necesidad de promover el consumo interno, de luchar contra la adulteración y de dar mayor valor agregado.
El complejo apícola local está compuesto por 14.000 productores y 3,3 millones de colmenas, distribuidos en 21 provincias, según datos de la Coordinación Nacional de Apicultura, del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación (Magyp). Cuenta con una organización de los productores destacada y con sistemas digitalizados de registros de productores y trazabilidad reconocida internacionalmente.
«La Argentina tiene una cualidad que no tienen otros países, que es la capacidad de armar una canasta de miel, con la producción de distintas provincias. Hay mieles exquisitas que tienen reconocimiento a nivel internacional. La oportunidad es enorme, pero se necesita continuidad en una política beneficiosa para toda la cadena», dice Carlos Hugo Levin, presidente de la Cámara Argentina de Fraccionadores de Miel (Cafram) y dueño de Miel Río Negro.
Con una exportación de 68.000 toneladas entre enero y noviembre de 2020 (el pico anual de la última década se produjo en 2016, con 81.182 toneladas), se generaron US$161.109.442, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). En el primer lugar del podio de los exportadores mundiales de miel está China (con mucha polémica por la calidad de su producto); le sigue Australia, y en el tercer puesto está la Argentina.
En un mercado global de 1,4 millones de toneladas de miel anuales, los principales compradores de miel argentina son los Estados Unidos (capta más del 50% de los envíos locales) y Alemania. La demanda se completa con las porciones que tienen como destino a España, Italia, Francia, el Reino Unido y Japón, en un mercado global en el cual Ucrania y Vietnam están revolucionando los precios.
Pilar Raffo, gerenta de Unidad de Negocios Miel en Newsan Food, cuenta que su empresa quiere posicionarse como uno de los mayores exportadores de miel de la Argentina. «Como primer paso para lograr ese objetivo, estamos desarrollando una red de compras que permita establecer vínculos con apicultores localizados en las diferentes zonas de producción del país, abastecerse de mieles de diferentes calidades y, así, vender su producto a los principales mercados internacionales», destaca la ejecutiva.
Según comenta Juan Dalessandro, coordinador de Apicultura del Magyp, los dos grandes problemas en lo que respecta al mercado externo (adonde va el 90% de la miel argentina) son la gran oferta de mieles de bajo precio y dudosa autenticidad, y el hecho de que 90% de lo exportado por el país se haga a granel en tambores, es decir, con poco valor agregado.
En lo que hace a la producción primaria, Dalessandro detalla que los principales obstáculos que se presentan son una disminución de los recursos apícolas (néctar y polen) ante el incremento y la convivencia con la actividad agrícola, las modificaciones en el uso del suelo, el cambio climático, el aumento de los costos de producción por mayores requerimientos de las colmenas, y la falta de un recambio generacional de productores.
Lucas Martínez, presidente de la Sociedad Argentina de Apicultores, que preside a su vez la Federación Latinoamericana de Apicultores, cuenta que un gran problema en su actividad es la forma en que se lleva a cabo el sistema agroindustrial de siembra, con alto uso de agroquímicos, que tienen efectos negativos para las abejas. «Esto afecta sobre todo a apicultores argentinos que tienen su mayor producción en la zona pampeana, que es donde hay actualmente más desarrollo de la agricultura. Esta problemática complica la subsistencia de la colmena», señala.
El aumento de la adulteración también es un dolor de cabeza para el sector, porque, tal como explica Martínez, eso hizo bajar el precio de la miel, lo que provoca la baja en la rentabilidad del apicultor y hace que en países como la Argentina muchos jóvenes decidan no volcarse a esta actividad, puesto que lo ven como un negocio cada vez más difícil.
Un gran reto para este sector es lograr un incremento del consumo interno de miel, que sigue en niveles muy bajos (200 gramos per cápita al año). Según explica Levin, se trata de un mercado que en lo que hace al punto final de venta se distribuye de la siguiente manera: 40% en hipermercados y supermercados, 35% en locales minoristas, 10% en comercios mayoristas y 15% en ferias.
La miel argentina tiene excelentes condiciones como para conquistar el mundo, pero, como ocurre en tantos otros rubros de la economía local, deberá sortear algunos obstáculos.
Mientras tanto, con la vista puesta en la actual temporada, Raffo concluye: «Este año comenzó con buenas noticias para el sector apícola con la quita de derechos de exportación, que se tradujo en mejores precios para los apicultores. Si bien la cosecha recién comienza y su resultado es incierto, porque aún falta agua en algunas zonas, pero si en los próximos días esto cambia, podemos esperar un buen año para el sector, con una buena cosecha y buenos precios».
Fuente: Carlos Manzoni La Nación