Un estudio de la revista Science, describe cómo algunos lobos de los primeros asentamientos contaban con mutaciones genéticas que les hacían sufrir menos estrés en contacto con los humanos. Y así pudo empezar el roce cotidiano que acabó en cariño.
El perro ha evolucionado a partir del lobo, hace más de 30.000 años. La explicación pudo ser una división entre dos poblaciones de lobos. Una de ellas, la más mansa y curiosa, la que se habría convertido más tarde en perros domesticados.
Un equipo de científicos, coordinados por Miho Nagasawa, de la Universidad Azabu (Japón), ha dado un paso más en su búsqueda de la conexión biológica entre sapiens y perros. En un experimento doble que publican en Scientific Reports, Nagasawa y su equipo observaron que las razas de perros japonesas denominadas antiguas —más próximas a los primitivos perros-lobo— tenían una menor capacidad de atender a las indicaciones de los humanos. Al buscar en la genética de los más de 600 perros involucrados en el estudio, encontraron una particularidad en algunos de ellos relacionada con la producción de cortisol, una hormona del estrés.
Nagasawa asegura que sus resultados respaldan la hipótesis de que algunos lobos de aquellos primeros asentamientos contaban con mutaciones genéticas que les hacían sufrir menos estrés en contacto con los humanos. Y así pudo empezar el roce cotidiano que acabó en cariño. “Aunque todavía no está claro si el cortisol, un marcador de estrés, es realmente más bajo en los perros que en los lobos, puede dar pistas sobre cómo se adquirió la tolerancia canina y la capacidad de adaptarse fácilmente a la sociedad humana”, explica el investigador.
Esta predisposición genética de algunos lobos con poco miedo les permitió acercarse a los humanos y, como consecuencia, adquirieron las aptitudes que los unen hoy a los humanos. “Los perros de hoy son menos agresivos y temerosos que los lobos, y tienen la capacidad de comprender los gestos humanos”, desarrolló Nagasawa.
“La domesticación es un fenómeno complejo que es el resultado de una combinación de varios factores”, agregó. Por ejemplo, se supone que la forma en que se utilizaron los perros como animales de trabajo, el clima, la cultura y otros factores desempeñaron un papel importante en esta selección. Sin embargo, Nagasawa sí apuesta por estas mutaciones genéticas sensibles al estrés como posible punto de partida de la domesticación: “En ese sentido, creemos que nuestros resultados son importantes para comprender la domesticación canina”.
El investigador del CSIC Carles Vilà opina que sería muy razonable que estos genes estén involucrados en la domesticación, al facilitar la convivencia por esa reducción del estrés, pero asegura que este estudio “no es concluyente” todavía. “Es probable que hubiera algunos lobos que genéticamente estaban predispuestos a no ser tan asustadizos, que se acercaron a los asentamientos humanos. Y seguro que estas hormonas tienen relación, pero falta trabajo”.
Vilà, que ha estudiado la genética de aquellos perros primitivos, no cree que se pueda hablar de un único interruptor genético que facilitara la domesticación. Según explica, no es tan simple como los guisantes de Mendel, que activaban el color verde o la textura rugosa: “Estamos demasiado acostumbrados a pensar en el gen que hace tal cosa o tal otra, pero por lo general son caracteres más complejos”.
La evolución del lobo
Los lobos se fueron seleccionándose a sí mismos a medida que se acercaban a los humanos para comer restos de sus comidas. Sobre esa población de lobos más mansos y más cercanos el ser humano trabajó cruzándolos, según las características que observaba y las funciones que necesitaba. Con el paso tiempo, y a causa de cruzamientos intencionales y mutaciones casuales, el clima de las regiones, las necesidades y las preferencias humanas, hicieron que las diferencias fueran cada vez más numerosas y variadas. Así surgieron las primeras razas de perros.
“Los propios seres humanos hemos diseñado, armado, “fabricado” y desarrollado al perro, teniendo como resultado tanta variedad, a través de la expresión genética de algunas de las características más salientes y llamativas del lobo. En la actualidad se reconocen más de 500 razas de perros en el mundo”, expresó el Dr. Juan E. Romero en una nota.
“A medida que nuestros ancestros humanos fueron distinguiendo las diferentes habilidades en los canes, se irían diferenciando las razas, cada una de ellas con su propia característica. Para dar tan solo un ejemplo, el ser humano observando que algunos animales acechaban más y mejor que otros, que se quedaban inmóviles en la emboscada de la presa mucho mejor y más tiempo, pudo capitalizar esa ventaja, logrando luego de muchísimas generaciones y cruzas un lobo-perro, y finalmente un perro que marcaba firmemente a la presa”, cerró Romero.
Fuente: www.infobae.com