En algunas ocasiones puede tener beneficios y en otras puede ser perjudicial. Claves para fomentar el estrés positivo y dejar atrás el negativo.
En el lenguaje popular es frecuente oír que el estrés es algo malo. Esta emoción es normalmente asociada con angustia, malestar y disfuncionalidad, sinónimo de que es una emoción mala. Lo cierto es que no es tan malo. De hecho, si tomamos un punto de vista evolucionista, algún motivo debe haber para que esta emoción haya permanecido en nuestra especie. Tiene que tener un factor adaptativo, algo bueno.
Muchas personas conocen los efectos negativos que tiene el estrés o distrés. En cambio, existe poco conocimiento alrededor del denominado estrés positivo o eustrés. En algunas ocasiones, el estrés puede tener beneficios positivos y en otras puede ser perjudicial. Entonces, ¿Cuál es la diferencia entre el estrés positivo y negativo?
Cuando hablamos de estrés nos referimos a la respuesta que establece nuestro cuerpo ante una situación que interpreta como peligrosa. En muchos casos, experimentar de distrés o eustrés difiere más de la persona y su forma de afrontar la realidad que de la circunstancia en sí.
“En general, el estrés suele estar asociado a algo negativo. Sin embargo, no es nocivo en sí y se define como el conjunto de reacciones fisiológicas que preparan al organismo para la acción. Por ejemplo, para reaccionar si un coche se me tira encima, si tengo que cumplir un deadline en el trabajo o cuando nos tuvimos que acomodar a la pandemia. Todas estas situaciones requieren de mayor energía para adaptarse a una situación particular y puede ser saludable si es moderado”, sostuvo en diálogo con este medio Fernanda Giralt Font, jefa del Departamento de Psicoterapia Cognitiva de INECO.
En el momento en que una persona se encuentra con un factor que le produce estrés se pone en marcha una reacción en cada que afecta tanto nuestro cerebro como nuestro sistema nervioso. De esta forma, a través de las denominadas hormonas del estrés, nuestro organismo acelera el ritmo cardíaco y la respiración para hacer que nuestra mente tenga un mayor estado de alerta.
En función de cómo nuestro cuerpo percibe una situación de amenaza, se desencadena una repuesta diferente. Tanto es así que las personas pueden experimentar diferentes tipos de estrés. A diferencia del denominado distrés o estrés negativo, el eustrés nos permite motivarnos para trabajar más duro, mejorar nuestra productividad y alcanzar nuestras metas o desafíos diarios.
A pesar de que ambos implican la activación de la respuesta de lucha o huida propia de las hormonas del estrés, la diferencia es que cuando sucede este estrés positivo la energía que nos proporciona el organismo es directamente proporcionada a la situación a la que nos estamos enfrentando.
Según Giralt Font, “el eustrés, o el estrés positivo, se activa en general frente a situaciones que requieren una respuesta más intensa y se presenta como un desafío que podemos afrontar o como algo estimulante para el cerebro que mejora la actividad cognitiva. Cumple una función adaptativa a los cambios que el medio va proponiendo y puede producir un desgaste normal y ocasional pero la sensación predominante es de logro y de bienestar”.
Lo que hace que una persona experimente eustrés y no distrés es precisamente la percepción que tiene de sí misma y del factor estresante al cual se enfrenta. De este modo, cuando una persona se siente segura de si misma y de su capacidad para afrontar una situación, es más probable de que experimente un estrés positivo.
En cambio, cuando una persona percibe una situación de amenaza y no se siente seguro alrededor de ella, esta experimenta el distrés o estrés negativo. En estos casos, el distrés es asociado con la angustia, es decir, un sensación que hace que los individuos se sientan abrumados, ansiosos y despierten síntomas físicos y psicológicos como los dolores de cabeza, la tensión, insomnio, entre otros. Lo que hace que una persona sienta distrés y no eustrés es principalmente cuando esta asume que el factor estresante no está bajo su control o esta no es capaz de poder solucionarlo o cambiarlo.
“Cuando el estrés se presenta como algo que desborda nuestros recursos y la sensación es que una situación nos excede hablamos de estrés negativo o distrés. Es cuando la demanda es excesiva, intensa o prolongada y nuestras respuestas son más excesivas, prolongas, incluso más de lo que la situación lo requiere. En este sentido, el estrés negativo ya no funciona como un desafío positivo sino como una amenaza que provoca ansiedad, frustra, produce sensación de impotencia y fatiga que pueden tener un impacto físico, psicológico, social y laboral que pueden llevar a generar distintos trastornos”, aseveró la especialista.
Y añadió: “¿Cuándo y en qué momento una situación va a ser estresante para una persona? Eso va a depender de cómo perciba cada uno la demanda del medio y sus propios recursos. También va a depender de lo que llamamos variables moduladoras que consisten en el grado de apoyo social tiene esa persona, sus hábitos (no es lo mismo una persona con buenos hábitos que una persona que consume alcohol, medicación no recetada o que duerme poco), su predisposición biológica, los factores medioambientales y contextuales, los factores de riesgo y las variables personales. Todo eso influye en cómo se percibe una situación”.
Todas las personas van a sentir estrés a lo largo de la vida, tanto de un tipo como del otro. La ausencia total de uno y la presencia completa del otro son problemáticas, pues sin eustrés no se puede responder activamente hacia la superación de los objetivos vitales y con demasiado distrés nos arriesgamos a sufrir problemas psicológicos y físicos a causa de la excesiva tensión. En ambos casos se deberá acudir a un psicólogo para adquirir las herramientas necesarias para gestionar el estrés y responder de forma adaptativa ante los problemas de la vida.
Tips para prevenir el distrés y aprovechar el eustrés
– Buscar cuál es la razón detrás de cada situación estresante para aprender a gestionar el distrés.
– Desglosar las acciones en tareas más pequeñas, más fáciles de gestionar.
– Concentrarse en aquellos aspectos que estén bajo nuestro control.
– Hacer más ejercicio físico, el deporte suele ser amigo del eustrés.
– Practicar el mindfulness para controlar la actitud y evitar una sobrecarga de pensamientos negativos.
– Trabajar el diálogo interior practicando la autocompasión. Hay que eliminar la autocrítica constante y aprender a ser compasivos con nosotros mismos para proteger y fortalecer nuestra autoestima.
Fuente: www.infobae.com