Es normal que el descanso de las familias se altere con la llegada de un hijo. El problema es cuando el desorden nocturno se sostiene en el tiempo y afecta la calidad de vida de todos. Cómo alcanzar la calma al momento de dormir.
La expresión “dormí como un bebé” suele usarse como sinónimo de buen descanso. Lo suelen decir quienes logran una noche de sueño reparador.
También como una expresión de deseo es común escuchar algo así como “qué ganas de dormir como un bebé”.
¿Cómo qué bebé? ¿Cuánto duermen los bebés? ¿Qué es dormir como un bebé?
Muchas son las expectativas de los adultos respecto a cómo y cuánto se espera que duerma un niño. Y por lo general (por no decir siempre) distan mucho de lo que sucede en realidad.
Para empezar, es bueno conocer que “el sueño es un proceso madurativo que se va modificando a lo largo del desarrollo infantil. No es uniforme, sino que va cambiando desde el sueño fetal hasta la adultez y se ve influenciado por la manera de adaptación del niño al medio que lo rodea, sumado a la constante maduración cerebral y al aprendizaje de las rutinas familiares, que para el bebé significan una novedad”. La médica pediatra, psiquiatra infanto juvenil y psicoanalista de niños y familias Marisa Gandsas (MN 78223) comenzó a explicar a Infobae que “el dormir no es solo una función corporal durante la cual el cuerpo se relaja por completo sino por lo contrario es un momento donde el cerebro continúa trabajando”.
“Mientras dormimos no transcurre tiempo vacío; pasan un montón de situaciones en el dormir, el cerebro no descansa, aprovecha esas horas para recuperar su energía -manifestó-. La función del sueño es una función activa”.
Y tras asegurar que “es aquí cuando se producen nuevas conexiones cerebrales, se consolida lo aprendido durante el día, se desecha la información innecesaria y se producen diferentes hormonas importantes para el desarrollo de los niños como la hormona de crecimiento”, la especialista agregó: “El consumo de oxígeno cerebral es aún mayor que en estado de vigilia, ya que es en este momento cuando la neurona se recupera de su actividad diurna, aumentando la síntesis proteica, además, otras de las funciones más importantes que ocurren durante el sueño son regeneración y restauración orgánica, estímulo del sistema inmunitario, de las defensas del organismo y crear espacio a nivel cerebral para nuevas adquisiciones”.
María Guastavino es licenciada en Psicología (MN 50661) y madre de dos niños de cuatro y dos años. Y sobre la base de su conocimiento profesional, sus experiencias personales, y la recopilación de algunos casos concretos escribió Duérmete lindo, “un libro pensado para acompañar a las familias en el sueño de sus hijos durante los primeros años de vida”.
Con prólogo de la psicóloga especializada en crianza Maritchu Seitún, “el libro no tiene fórmulas mágicas ni recetas salvadoras. Se trata más bien de una guía de cómo ayudar a transitar a los hijos el camino hacia un sueño más independiente”.
En busca de ese camino, las especialistas compartieron 11 claves para padres en busca de hallar la mejor manera de dormir a sus hijos.
1- Se puede enseñar a dormir
Gandsas, quien es autora del libro El pícaro sueño y creadora del Método pícaro sueño para mejorar el dormir de los niños y sus familias.
“Se puede enseñar a dormir y en eso hay mucho que el entorno debe hacer”, aseguró la especialista, quien remarcó que “es necesario que los padres incorporen hábitos y rutinas que van a ser la base del buen dormir”.
Para Guastavino, “es posible ayudar a que un bebé duerma lo mejor posible teniendo en cuenta su singularidad y su etapa evolutiva”. “Es importante generar hábitos de sueño que propicien un buen descanso tanto durante el día como durante la noche. Como padres debemos tener un rol activo en el sueño de nuestros hijos facilitando su descanso”, enfatizó.
2- Lo que ocurre en el día influye de manera directa en el sueño nocturno
Según precisó Guastavino, “el sueño es evolutivo y madurativo por lo que no puede pretenderse que los niños duerman como los adultos (quienes muchas veces tampoco suelen dormir toda la noche de un tirón), pero de todos modos hay ciertas cuestiones que deben tenerse en cuenta”.
En ese sentido, “generar rutinas agradables y placenteras, cuidar el ambiente, los horarios, las siestas, la alimentación”, son algunos de los factores que influyen en el buen descanso.
“Conocer acerca de los horarios de las siestas, la cantidad indicada para cada edad, la duración y cómo inician los niños dichas siestas nos permitirá prevenir situaciones posibles en el dormir nocturno -apuntó Gandsas-. La alimentación del niño, sus paseos, la hora del baño y la hora de irse a dormir serán variables muy importantes a tener en cuenta”.
3- Los ciclos de sueño cambian desde el nacimiento para el desarrollo madurativo
Según explicó Gandsas, “es clave entender que el sueño es un proceso madurativo y no es lo mismo un bebé recién nacido, que uno de seis meses, un año o un niño de tres años”.
En este punto, remarcó que “por eso un bebé recién nacido tiene gran cantidad de sueño superficial, que luego se transforma en sueño profundo”. “Durante los primeros meses eso le sirve para despertarse muchas veces de noche para comer y luego comenzará a tener más presencia el sueño más profundo -aseguró la especialista-. A partir del año el cerebro del niño está preparado para dormir toda la noche”.
“El sueño no es un fenómeno lineal sino más bien dinámico, que va cambiando a medida que todo bebé crece”, coincidió Guastavino, para quien “los cambios que transitan los bebés durante los primeros años de vida son numerosos. Empiezan a rolar, a gatear, a pararse, caminar, decir las primeras palabras, angustia del octavo mes, salida de dientes, y así podría seguir enumerando sucesos importantísimos en el desarrollo de los bebés que pueden tener impacto en el sueño. El sueño es un trompo, cambia así como cambia cada bebé”.
4- “Los bebés duermen como bebés y no se puede pretender que lo hagan como adultos”
En su libro, Guastavino, hace mucho hincapié en que “las expectativas en general distan mucho de la realidad. Muchas veces el problema está en lo que los padres esperan que suceda y no en el sueño de sus bebés”. Por eso, para ella, es importante que los padres se hagan de información de confianza acerca del sueño “que los ayude a calmar ansiedades, evitar frustraciones y miedos. Cuando uno sabe lo que va a pasar o lo que puede llegar a pasar en general luego responde con mayor templanza, paciencia y seguridad, y todo eso se transmite”, consideró la especialista.
5- Hay mucho que los padres pueden hacer
Para Gandsas es primordial “mejorar la manera de pasar la noche, para mejorar la calidad del sueño nocturno”. Y en pos de ese objetivo, tal vez uno de los pocos en común que compartan todas las madres y padres alrededor del mundo, para ella durante los primeros dos o tres meses, tanto los padres como el bebé se están adaptando y es momento de ver cada cuánto come el niño y crear hábitos muy pequeños como la hora del baño, un paseo y con establecer lo que ella llama “la hora del afloje”.
“Se trata de una determinada hora del día (yo propongo 19.30/20 horas) a partir de la cual bajar la intensidad, organizar el baño y disponer al niño para dormir”, aseguró, al tiempo que señaló que “los primeros dos meses los bebés tienen que dormir alrededor de 20/21 horas por día, siempre con despertares para comer y de apoco va aumentando el tiempo de vigilia”.
A partir del cuarto mes, la especialista señaló que “comienza la síntesis de melatonina por lo que es importante que haya más regularidad en ciertos hábitos, por ejemplo, si bien el pecho sigue a libre demanda tratar que no esté a cada hora comiendo, tener pautadas hora de paseo, hora de baño y hora de dormir”.
“Entre los 6 y 12 meses -continuó Gandsas- ya se puede tener una rutina más establecida, con horas de baño, cena, etc fijas. A partir de los seis meses un bebé requiere entre tres y cuatro siestas diurnas, lo que le va a permitir llegar a la noche cansado pero no agotado: éstas deberán ser cada dos horas y media y extenderse entre 20 minutos a media hora. Y su noche de sueño empezará en la franja entre las 20 y 21 horas”.
6- La importancia de las rutinas
Luego de afirmar que “después del año el niño ya está en condiciones de dormir toda la noche”, Gandsas recomendó tener en cuenta una serie de consejos, que deben seguirse.
“Primero, que cinco de los siete días de la semana haya rutinas inamovibles en el hogar. Las rutinas se consiguen, y si el niño no va a un jardín maternal, lo que ordena bastante la jornada es establecer horarios de paseo, comidas, baño, y siempre dormir entre la franja de 20-21. Después de esa hora el niño va a estar más cansado y le costará más dormirse”.
Y en ese sentido, enfatizó: “Ante un pequeño que modifica su manera de dormir es importante poder revisar lo que ocurrió durante los últimos días en el hogar: si apareció alguna situación diferente o nueva que produjo el cambio en el dormir. Se puede realizar una agenda diaria con los puntos más sobresalientes del dormir y de esta manera es más fácil visualizar el problema. Todo es reversible si nos damos cuenta a tiempo”.
7- Las siestas, clave hasta los cuatro años
Como se dijo, lo que ocurre en el día influye de manera directa en el sueño nocturno, y en ese sentido, el dormir diurno juega un rol fundamental durante los primeros años de vida.
“Desde el año y hasta los tres la siesta es necesaria”, aseguró Gandsas, quien recomendó que se realice “después del almuerzo y en su cuna si el niño está en la casa y si está en una guardería o jardín lo hará en la institución”.
La modalidad de dormir será igual que a la noche: “Leer un cuento y acompañar al niño hasta que se duerma”.
La duración de este tiempo de descanso será de mínimo una hora u hora y media y máximo tres horas. “Se sugiere no despertarlos de la siesta, por eso la recomendación es hacerlos dormir en el horario temprano de la tarde”, destacó la especialista, quien adelantó que “a partir de los tres años, los fines de semana suele no hacerse las siestas y necesitar menos tiempo”.
A partir de los cuatro años, “en general los niños no necesitan siestas y se tiene que adelantar el horario de acostarse a la noche a alrededor de las 20 para que descansen lo suficiente para su edad y teniendo en cuenta que a esa edad los niños se despiertan entre las 7 y las 8 de la mañana”.
8- Acompañar siempre, dejar llorar nunca
En su libro, Guastavino hace referencia a que siempre se debe atender el llanto de los hijos.
“No estoy de acuerdo con quienes recomiendan dejar llorar a los bebés para que aprendan a dormir -aseguró consultada por este medio-. Creo que no es el camino para enseñar absolutamente nada. El sueño no se entrena, los bebés no se entrenan y me resulta insólito pensar en aplicar métodos que cronometran el tiempo de asistencia al llanto del bebé”.
En su experiencia personal y profesional, “un bebé va a lograr dormir con mayor independencia siempre y cuando primero se haya sentido seguro”. “Yo creo que los padres debemos estar ‘al pie del colchón’ acompañando el camino hacia un sueño independiente siempre cuidando las necesidades fisiológicas y emocionales del bebé. Eso no se negocia”, enfatizó.
Y agregó: “El camino hacia un sueño independiente se logra acompañando al bebé y respetando sus propios tiempos. El consejo sería darle al niño lo que pide, porque lo que pide es lo que necesita”.
En la misma línea, Gandsas recomendó “acompañarlos siempre a la hora de dormir”. Y reiteró: “Lo aconsejable es leerles un cuento con la luz prendida, luego quedarse con ellos en silencio, o poner en la habitación sonido de luz blanca, siempre antes de que se duerman y no en medio de la noche”.
“Si el niño refiere miedo a la oscuridad se puede dejar una luz tenue en el cuarto o algún pasillo cercano”, recomendó.
9- Hay acontecimientos que pueden alterar el sueño de los niños
Según aseguró Gandsas, “el sueño puede estar perturbado por diversas situaciones, como el nacimiento de un hermano, una mudanza, vacaciones, el comienzo del jardín de infantes, enfermedades, un divorcio, el fallecimiento de algún familiar, etc”.
“Cualquier situación que altere las rutinas y el bienestar diario puede causar una alteración en el dormir del niño -enfatizó-. Toda situación de estrés puede repercutir en alguna o varias actividades que los chicos realizan. El sueño no es más que una de ellas y es un momento sensible, muy vulnerable y expuesto a modificarse ante las ansiedades del niño y su familia”.
Consultada sobre cuándo es momento de acudir al pediatra, enumeró:
– Si el niño tiene dificultades diariamente para conciliar el sueño.
– Si se duerme después de medianoche todos los días.
– Si no se duerme solo después de los cinco años.
– Si se despierta más de dos veces por noche, y le cuesta conciliar el sueño solo.
– Si al dormir ronca, hace ruido o deja por momentos de respirar.
– Si es muy inquieto durante la noche y/o sacude las piernas.
– Si tiene episodios de terrores nocturnos, sonambulismo, más de tres veces por semana.
– Si le cuesta mucho levantarse por la mañana o se duerme durante el día.
10- Los buenos hábitos duran para siempre
Consultada acerca de si según cómo los hijos aprendieron a dormir de pequeños dependerá que adquieran hábitos saludables para su descanso de adolescentes y adultos, Guastavino resumió: “Creo que es importante instalar hábitos de sueño saludables desde pequeños. Sin pretender que por eso duerma toda la noche de un tirón. Pero los hábitos se van instalando progresivamente. Los bebés no entienden de horarios, pero sí entienden de acciones. Entienden, por ejemplo, que cuando mamá o papá lo bañan, luego le ponen el pijama, le cantan una canción, luego apagan la luz, y es hora de dormir. Esto ayuda a que se vayan a dormir más tranquilos y seguros”.
En este punto, para ella, “es importante que el momento de dormir se asocie a algo lindo y placentero. Esto ayudará a que el bebé o niño se predisponga con mayor facilidad a dormir y su descanso sea mejor”.
11- El sueño en la adolescencia
Durante la pubertad y la adolescencia, “los chicos deben tener entre 9 y 10 horas de sueño diario, es el tiempo necesario para recuperarse y responder satisfactoriamente a los reclamos del estudio y vida social”, explicó la pediatra, quien remarcó que “no respetar esto, traería como consecuencia irritabilidad y desconcentración mental”.
Y argumentó que “la mayor demanda de sueño a esta edad corresponde a cuestiones hormonales y fisiológicas”.
Y tras asegurar que los buenos hábitos para un descanso adecuado siguen siendo importantes hasta la edad adulta, Gandsas enumeró los que a su entender contribuyen a un sueño saludable:
– Evitar estímulos ruidosos o visuales intensos antes de acostarse: juegos de PC, TV, celular, etc.
– Mantener horarios regulares tanto al acostarse como levantarse, la irregularidad conduce a una privación crónica de sueño.
– El ejercicio físico es un buen aliado para dormir bien.
– Evitar cafeína, cacao, y bebidas colas después de las 16.
– No usar la cama como escritorio, sólo para descansar.
Fuente: www.infobae.com