La mente de los animales también puede verse afectada por cambios emocionales parecidos a los que sufren los humanos.
Es probable que no existan en la complejidad de la mente y las emociones de los perros, los vericuetos y complejidades de la psiquis del ser humano, pero es menester opinar cuidadosamente ya que el estado actual de algunos aspectos de las ciencias de la conducta puede desdecir en breve esta afirmación.
Esto queda demostrado por los rápidos progresos en el conocimiento del comportamiento de los animales y su fundamento neurológico en los últimos años.
La depresión en el ser humano no es simple tristeza, se trata de una entidad patológica, definida claramente por signos y síntomas que si aplicamos al perro son complicados de averiguar o definir.
Sin embargo, cuando nos referimos a un cuadro de disminución de interés, abulia, tristeza y desgano físico no justificado físicamente no estamos haciendo una traducción exacta de lo que implica la depresión para los humanos, sino adaptando los síntomas y causas a los signos que nos puede mostrar la vida canina. Por cuestiones de raza, estirpe o simple idiosincrasia individual existen perros más o menos activos.
Estos síntomas en un perro saltan a la vista, porque son animales proactivos, que por su naturaleza de manada siempre parecen dispuestos, curiosos y con ansia de disfrutar. Cuando se menciona el término “depresión canina”, hay que ser muy cuidadoso al aplicarlo por la dificultad de diferenciar signos verdaderamente neurológicos o cognitivos, atribuibles a ese estado.
Muchas veces el perro cambia de forma sustancial su comportamiento y manifiesta una nueva forma de relacionarse con el entorno manifestada en letargo y desinterés, signos que no deferirían de la depresión humana.
Hasta aquí, si bien los signos coinciden con los de un cuadro de depresión humana, es muy difícil y peligroso asignar estas condiciones desde una posición ajena al perro, ya que nunca podremos hablar con él y que nos cuente su parecer y sentir.
Recordemos que en medicina veterinaria todo ocurre según la observación del operador y se descarta la subjetividad del paciente por imposibilidad de aplicarla.
Si bien el perro pareciera que sufre una desmotivación profunda, que se ve desconectado y que nada lo motiva hacia a la acción, resulta imposible asegurar la causa profunda o definir el proceso descartando todo lo orgánico y atribuyéndoselo estrictamente a lo emocional. El margen de error es muy grande.
Como conclusión general, podríamos afirmar que resulta bastante aventurado hablar de depresión en un animal, aunque probablemente exista con características semejantes al ser humano.
Sin embargo, no hay duda que los animales pueden sufrir claramente trastornos de su conducta relacionados a sus emociones y a su capacidad cognitiva sin que estos tengan una referencia en la estructura orgánica de su sistema nervioso.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional
Fuente: www.infobae.com