Tener una alimentación sostenible es seguir un modelo alimentario que apenas genere impacto ambiental y que además contribuya a la seguridad alimentaria y nutricional, respetando la biodiversidad, la cultura y las tradiciones.
Esto se consigue prestando atención y siendo responsables, entre otras cosas, con nuestra bolsa de la compra. Comprar alimentos locales, de proximidad, de temporada, frescos o poco elaborados, ecológicos, cuyo origen sea la ganadería extensiva, etc. favorece el desarrollo rural, reduce nuestros residuos y, en general, supone una menor huella ambiental. También favorece la biodiversidad y contribuye a que muchas variedades y razas locales no desaparezcan.
Disminuir el consumo de carne también ayuda a disminuir las emisiones de gases efecto invernadero, por lo que tenemos que ser creativos en la cocina, haciendo que la carne no sea el ingrediente principal, sino más bien un acompañamiento. El uso de más legumbres y cereales ayudará en esta transición hacia la alimentación sostenible.