Virtudes y usos de un ingrediente que puede mejorar tus comidas.
Hay personas que tienen una pésima relación con las aliáceas, ya sea porque les cae mal o deja mal aliento. Es lo que sucede con aquellos que, cual vampiros, rechazan el ajo en la cocina, o los que prefieren prescindir de la cebolla.
Sin embargo, como diría el exlíder británico Tony Blair, “hay una tercera vía” que suele ser aceptada por estos renegados, que es la chalota, más conocida como echalote.
Se trata de un primo hermano, de la familia de las liláceas, pequeña y de bulbo dividido. Es originaria de Asia Central, aunque siempre se la asoció a Francia y su cocina, donde se cultiva desde la época de los Carolingios. Los hay de varios tipos; algunos de los más populares son el tipo “banano”, los rojos redondos y el gris francés.
Qué gusto tienen los echalotes
¿Cuál es su ventaja comparativa? Si bien en tiene un sabor parecido al de la cebolla, en crudo es más suave, ligeramente dulce y apenas picante. Uno de los trucos para usarla al natural pasa por picarla, envolverla en un paño, remojarla en agua fría y prensarla; eso hace que su sabor sea aún más amable. No se aconseja guardarlos en la heladera (se estiba en un lugar fresco y oscuro; dura dos meses).
Con qué se comen los echalotes
Es un ingrediente esencial en ensaladas o vinagretas, y acompaña pescados, aves y carnes tanto al horno como a la parrilla. También da sabor a las salsas, tanto de manteca, demi glacé o bearnesas. Se lleva muy bien con los hongos, perejil, vino tinto y tomillo.
En la Argentina se consigue en algunas verdulerías y supermercados, y las mejores estaciones para abastecerse del pequeño bulbo son el otoño e invierno. Al elegirlos conviene que sean firmes y secos, sin partes blandas o brotes.
Fuente: tn.com.ar