Uno de los dos animales presenta mayor complejidad neuronal y usa la memoria de una forma más organizada.
La polémica sobre quién es más inteligente entre perros y gatos no parece tener fin. Los partidarios de los gatos se basan, como argumento, en su carácter: independiente, selectivo y su gran afinidad por los humanos.
Una demostración de ello es el maullido que no es otra cosa que un intento de imitar la voz de las personas con las que el gato convive.
Los perros, en cambio, son fieles, dependientes y capaces de brindar hasta su vida por nosotros. Basta no más observar su papel en búsquedas complejas y que pueden servir de guías para ciegos y los múltiples roles que pueden cumplir en nuestra sociedad más allá del mero afecto.
Existen dos formas de medir la inteligencia de los animales: a través de la a memoria y por su estructura cerebral. Recordar situaciones, actos y a las personas significaría que se pueden almacenar conceptos abstractos en la mente para utilizarlos en el futuro.
En función de todo esto, una definición de inteligencia animal resultaría de la capacidad de resolver situaciones nuevas con elementos aprendidos.
No sabemos científicamente si los animales son estrictamente capaces de utilizar conceptos de su memoria para organizar objetivos ya que eso sería como plantear una especie de diálogo interno que les permitiría organizar ideas y planes a futuro.
Por otra parte, tampoco es correcto inferir que todas las reacciones animales son fruto de un impulso frente a una necesidad concreta o estímulo externo.
Los gatos poseen cierta memoria episódica pudiendo recordar períodos largos igualando a los perros en ese aspecto.
Los perros, por su parte, tienen un mayor número de neuronas en su corteza cerebral que los gatos, por lo que desde un punto de vista anatómico se podría decir que los perros son más inteligentes que los gatos.
Pero esto no es estrictamente así ya que este hecho fácilmente comprobable, no implica que las utilicen ni que el uso que le den signifique un estado de inteligencia superior.
Lo que sí surge como conclusión primaria es que los perros pueden ser más reflexivos y menos impulsivos que los gatos, que representa un rasgo ineludible de inteligencia.
Esto explica que los perros puedan trabajar en aspectos profesionales bajo adiestramiento, realizando tareas que los obligan a tomar decisiones o sea optar por alternativas.
Este comportamiento se entiende por su complejidad neuronal, que es la suficiente como para evaluar situaciones y buscar soluciones a ciertos problemas.
No obstante, podríamos definir que, en cuanto a inteligencia , entre perros y gatos, se llega a un empate técnico ya que lo que unos tienen por demás les falta a los otros y viceversa.
Fuente: www.infobae.com