El estrés cotidiano, produce un importante desgaste físico y emocional cuya tensión muchas veces se manifiesta a través del cuerpo. Las contracturas de cuello y espalda, son las zonas más afectadas y en invierno ese dolor se intensifica, por las bajas temperaturas que favorecen este tipo de lesiones.
El frío afecta directamente al organismo, nuestra primera reacción es encogernos y contraer involuntariamente todos los músculos del cuerpo, siendo una de las principales causas de las contracturas musculares.
Las contracturas son contracciones exageradas de la fibra muscular, que a diferencia de los calambres musculares no es involuntaria y puede tardar mucho más tiempo en desaparecer. Unas de las causas principales son las subluxaciones en la columna vertebral. Cuando una vértebra pierde su posición normal atrapando los nervios, los músculos involuntariamente se contraen y se producen múltiples contracturas. Una pequeña rutina de movimientos diarios, ayudará a disminuir la rigidez corporal.
Las zonas más perjudicadas por los cambios bruscos en la temperatura son la cervical y la dorsal, ambas pueden terminar siendo afectadas por contracturas que originen dolencias persistentes.
Si estas contracturas musculares se mantienen en el tiempo, nuestra postura se verá afectada y la alteración traerá aparejada también, las diferentes alteraciones funcionales, como la disminución de los volúmenes respiratorios, menos aire, más cansancio, menos movilidad articular, alteración de los volúmenes sanguíneos, con fenómenos compresivos de las paredes de venas y arterias, lo que afectará notablemente la circulación.
El frío hace que nos encojamos y adoptemos malas posturas como elevar los hombros, encorvar el cuerpo, agachar la cabeza y, en definitiva, tensionar todo el cuerpo. Es por eso que tiritamos al perder temperatura, porque el organismo responde contrayendo la musculatura para generar calor, un mecanismo de defensa del cuerpo contra el frío.
Más allá de las causas físicas, el estrés sostenido en el tiempo, puede provocar contracturas en músculos de la espada. Las cargas psicológicas pueden producir contracturas musculares sin que seamos conscientes de ello.
Hay dolores musculares causados por estados emocionales, las emociones no gestionadas correctamente se convierten en dolor físico. Sin darnos cuenta los dolores musculares pueden ser fruto de aquello que nos angustia y nos ocupa la mente.
Las contracturas conforman las experiencias displacenteras que no fueron resueltas: quedan atrapadas en el cuerpo y con el tiempo se vuelven crónicas. Registrar lo que nos pasa: bronca, impotencia o resentimiento y soltar las cargas emocionales. Cuando no se gestionan las situaciones que nos frustran, sin dudas deja una marca que el cuerpo no borra tan fácilmente.
Lo que se calla o se esconde se manifiesta en forma de contractura, existe una relación muy estrecha entre el estrés y los dolores musculares crónicos, indican que hay emociones que no se están oyendo, comprender el sentido biológico de cada síntoma para tomar conciencia de la naturaleza del conflicto latente que se manifiesta. Cada grupo muscular, de acuerdo a situaciones emocionales, va a tener indudablemente su afectación en cuanto a las sensaciones psicológicas, nuestro cuerpo tiene un lenguaje propio.
Fuente: El Litoral Marcelo Barroso Griffiths, Quiropráctico AQA (Matrícula 9.784)