La velocidad con la que los perros comen hace dudar de su percepción del sabor.
Muchos tutores de perros, lo que llamamos “dueños” de perros, se preguntan si los perros disfrutan su comida asombrados por la voracidad con la que comen. Muchos se preguntan si siquiera le sienten el gusto. Y tienen razón en preguntárselo.
Los perros tienen solamente unas 1,500 papilas gustativas (las personas tienen unas 10.000). En realidad, no les importa que les sirvan comida exquisita. Con tal de que sea comestible, estarán felices.
Son como un chico, que se devora su comida para poder regresar a sus juegos. Para ellos, es casi un acto mecánico. Los nutrientes tienen que estar, pero no hay mucha pasión por el sabor. La mayoría de los perros descubren que las sobras en el tacho de la basura son tan maravillosas como la comida fresca en sus platos. De cualquier manera, generalmente comen tan rápidamente como pueden. Es que hay una buena razón para esto.
Cuando la mayor preocupación es obtener lo suficiente para comer, y en milenios pasados, los perros nunca podían dar esto por sentado, la rapidez es más importante que el sabor. Los perros modernos pueden demorar indefinidamente al comer sin preocuparse por si esa comida vaya a desaparecer, pero sus predecesores no eran tan afortunados. Sabían que la comida que no comían de inmediato no les estaría esperando en la naturaleza el día siguiente. Los perros evolucionaron de los lobos, y los lobos son comensales prodigiosos. Son capaces de consumir hasta unos 20 kilos de alimento en una sola comida.
Los perros primitivos y sus ancestros lobunos no se atragantaban sólo por ser golosos. Eran cazadores y debían atrapar su propia comida. No se les daba el lujo de saber de dónde venía la próxima comida. Quizás el lunes traería un ciervo, pero el martes tal vez solamente proveería un conejo o una ardilla o, en muchos casos, nada.
Los perros podían fácilmente pasarse varios días sin comer, pero solamente si se alimentaban bien el resto del tiempo. Sabían muy bien que debían llenarse cuando se les presentaba la oportunidad. Y la velocidad era importante. Los perros solían vivir en manadas, grupos fuertemente unidos que dependían del trabajo en equipo para sobrevivir. Cazaban juntos y, si eran exitosos, compartían una gran comida al final del día. Pero su idea de compartir no era igual a la nuestra. Los perros en jaurías no eran todos iguales.
Había perros de alto rango, perros de bajo rango y perros de rango intermedio. Comían de acuerdo a los rangos de la jauría. Los líderes comían primero y elegían los bocados más deliciosos, mientras que los perros de menor rango se conformaban con las sobras.
No era fácil para que cada perro satisfaga su hambre, de modo que comían tan rápido y tanto como podían cuando podían. Los perros solamente han estado viviendo con el hombre por unos 30.000 años, y aún persisten resabios de los viejos hábitos de la evolución.
Hoy en día, los perros no tienen necesidad de cazar, y obtienen más o menos las mismas cantidades de comida a las mismas horas. Pero todavía sienten el impulso por llenarse rápidamente por si alguien viene a quitarles la comida. Y comen aún más rápidamente cuando hay otros perros en la familia.
Una mayor cantidad de perros significa una mayor competencia. Exista o no una amenaza a su comida, no quieren arriesgarse. Por eso devoran tan rápida y furiosamente como pueden. La pasión que los perros le imprimen al comer puede ser un poco repugnante para las personas quienes los alimentan y quienes deben observar sus horribles modales. Se babean, se quejan.
Bufan cuando meten sus caras dentro del plato. Y lo peor de todo es la regurgitación que puede ocurrir después. Esto también es parte del plan de la naturaleza. Cuando los lobos se hinchaban con 20 kilos de carne, sus cuerpos no podían realmente procesar tanta cantidad en tan poco tiempo, así que se alejaban un poco, vomitaban un poco y luego lo comían para absorber sus nutrientes.
Los perros son mucho más pequeños que los lobos y no hace falta 20 kilos de comida preparada para hacerles vomitar. Por eso, la comida que Ud. vierte en el plato de su perro ocasionalmente vuelve a aparecer unos minutos más tarde – pero en un rincón de la cocina. Esto no tiene nada que ver con la salud ni con los modales. Sus cerebros y sus estómagos les están diciendo que los perros que no desperdician, no pasarán hambre, y es por eso que siguen esas órdenes.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
Fuente: www.infobae.com