Es un trastorno relacionado con las habilidades en la lectura y escritura. La clave está en el diagnóstico adecuado en el momento preciso.
La dislexia causa dificultades en el reconocimiento preciso o fluido de las palabras escritas. No tiene que ver con cómo se asimila o se comprende lo aprendido y, por eso, no está relacionado ni con la inteligencia, ni con la expresión oral.
“El síntoma de alarma que yo siempre les pongo a las familias es cuando se tiene a un niño que debería funcionar a la par de sus compañeros de clase, pero no está adquiriendo esos conocimientos. Cuando te dicen ‘no, no está funcionando igual que el resto’, eso, es un síntoma de alarma”, explica a Con Bienestar Iñaki Muñoz, presidente y embajador para Iberoamérica de la Organización Internacional de Dificultades Específicas de Aprendizaje (OIDEA) y presidente de Disfam (Dislexia y Familia).
Es importante hacer una evaluación para cerciorarse de si es realmente dislexia y no una discapacidad intelectual. Para todo el proceso, la familia cumple un rol fundamental por el acompañamiento que brinda y por cómo impacta el diagnóstico.
Dependiendo del tipo de etapa escolar en la que el chico esté, será el tipo de ayuda. A partir de 4º o 5º grado tal vez pueda ayudar el trabajo de una maestra integradora. También la cursada debería respetar las necesidades del alumno. Quizás se tengan que tomar más lecciones orales y no tanto pruebas escritas, por ejemplo.
Grados de severidad
En primer lugar, en la dislexia propiamente dicha se confunden letras similares como b y d. También, cuando se invierten palabras, lo que provoca errores de ortografía y puntuación. Y, al agregar o saltear letras al leer o escribir, lo que genera que la lectura y la comprensión de textos se complique un poco más.
Otro grado de severidad es la disgrafía. Genera dificultad para escribir, los trazos de quien la padece son tensos y laboriosos. Por último, la discalculia, cuando existen dificultades para realizar cálculos matemáticos. Por ejemplo, se confunden los signos.
“Yo siempre lo comparo con el tema de la vista. Yo tengo miopía, si no me pongo los anteojos, no veo, no puedo hacer el examen porque no rendiré bien. Esto es lo mismo. Yo tengo dislexia, si a mí no me dan mis lentes, que son las adaptaciones, que es aquello que puede hacer el profesor en el colegio para adaptarte tanto la materia como los exámenes, pues yo estoy sin anteojos. Eso es lo que la ley reconoce. Si al miope le ponemos las gafas, al disléxico le tenemos que poner esto, esto, y eso”, plantea Muñoz.
Como el problema en la dislexia está en la lectura y escritura, algunas de estas adaptaciones podrían ser que utilice la computadora para poder hacer las tareas porque a los disléxicos les favorece lo audiovisual, dejarle las tablas para las multiplicaciones o la tabla periódica para Química.
Se calcula que la dislexia afecta a un 10% de la población, es decir, que más o menos se pueden dar de uno o dos casos de dislexia por clase. Hacer un diagnóstico temprano es clave porque el cerebro de los niños es plástico y, cuanto antes se trabaje sobre las conexiones neuronales que dificultan el aprendizaje lector, mejores serán los resultados y habrá menos riesgo de fracaso escolar.
Fuente: tn.com.ar